EL PASEO DE LOS TRISTES
Ahmed era un criado que trabajaba en las cocinas de un castillo en la Granada medieval, su origen era musulmán y era hijo de unos prisioneros de la reconquista, le vendieron de pequeño al señor al que ahora pertenecía, había trabajado y vivido en las cocinas sus 18 años de vida y nunca había salido de allí, no conocía a ningún miembro de la familia de su amo y seguramente no lo haría nunca pues los nobles no solían pisar las cocinas. Esa mañana del 24 de junio se levanto con el mismo animo aburrido de siempre, se vistió con sus ropas harapientas y sus viajas sandalias agujereadas y se dispuso a bajar para hacer el desayuno a sus señores. Cuando llego a la cocina había un gran revuelo, uno de los camareros que llevaba la comida a los señores se había puesto enfermo y ninguno de los que allí había sabia hablar el español lo suficiente como para entender a los amos. Ahmed, viendo en esto una oportunidad para poder salir por fin de esa apestosa cocina se presento ante el jefe de cocina y le dijo en un claro español que el se presentaba voluntario, éste le acepto de buen grado hasta que el otro camarero se recuperara, le dio un uniforme usado, pero limpio y mil veces mejor que sus mugrientos harapos y rápidamente le obligó a darse un buen baño, cuando estuvo listo, le pusieron la bandeja con la comida que el solía preparar y le empujaron hacia el comedor con prisa y sin ningún tipo de instrucción. De repente se encontró en una habitación muy amplia, con mucha luz que pasaba a través de péquelas y numerosas ventanas, un grupo de personas con gesto malhumorado por la tardanza de la comida le miraban con altanería y frialdad. Solo una cara se diferenciaba de las demás, una preciosa joven con un largo cabello liso que le llegaba hasta la cintura, miraba hacia la ventana con gesto soñador, llevaba un precioso vestido morado, sencillo y que a la vez dejaba mucho paso a la imaginación, su tez clara y lisa era muy bella y sus ojos verdes aun siendo grandes y profundos contrastaban perfectamente en su joven rostro. Ahmed se quedo completamente embelesado de la mirada de aquella joven y ella al darse cuenta de sus miradas le sonrió con dulzura mostrándole una brillante sonrisa que hizo que su corazón latiera de una manera desenfrenada, por unos segundos se olvido de cual era su trabajo allí y que los criados no podían cruzar miradas de esa índole con sus amos y la sonrió con vergüenza mientras la hermana de la muchacha, sentada al otro lado de la mesa, los miraba preocupada.
María era una joven hija de un caballero cristiano que vivía en Granada, su padre era miembro de la Orden de Santiago, que se dedicaba a luchar por su religión, tanto en España como en la llamada “Tierra Santa”. Su padre había vuelto de las cruzadas hace unos meses y se disponía a pasar unos años con su familia que hacia tanto tiempo que no veía, la madre de María y su hermana estaban muy orgullosas de que su padre fuera un héroe de guerra, pero María no estaba de acuerdo con ello, pensaba que esa guerra era de lo mas absurda y la odiaba porque mantenía a su padre lejos de su familia, al igual que tampoco la gustaba como trataban a los esclavos que vivían en la casa, su madre le regañaba continuamente por ir vestida de forma tan sencilla, la recriminaba que podía ser confundida con una campesina y que eso era una deshonra para la gente de su clase social.
Ese día María se puso un vestido morado, sencillo como toda la ropa que solía llevar, bajo corriendo las escaleras, tarde como siempre y se sentó en la mesa del amplio comedor bajo la mirada reprochadora de su madre, ella como siempre la sonrió con alegría sin esperar otra sonrisa por su parte y se distrajo mirando por la ventana mientras esperaba la llegada del desayuno, cuando este llego se dio cuenta de que el criado que lo llevaba no era el mimo anciano con cara amable de siempre, esta vez la llevaba un chico muy joven, mas o menos de su edad, el traje que llevaba se notaba que era usado pues le quedaba grande y sus viejas sandalias daban a entender que estaba allí por una sustitución de ultima hora, su piel morena tenia un tono dorado por el sol y su peli negro rebelde y sin peinar le daba un toque salvaje que la gustaba mucho, sus ojos color azabache la miraba llenos de admiración y vergüenza y ella en respuesta le sonrió dulcemente, era una pena no poder hablar con el, parecía ser un muchacho muy simpático, y además era guapo.
Esa mañana, su padre tenia pensado dar una vuelta a caballo ero María no tenia ganas de montar, asique fingió estar enferma para quedarse en el castillo y cuando se habían ido todos mando que la subieran a su habitación un vaso de leche con el mismo criado que la había servido el desayuno. Ahmed subió el vaso de leche rápidamente, pues tenia ganas de volver a encontrarse con esa muchacha cuando llamo y abrió la puerta da encontró sentada frente a un espejo peinando su largo cabello, puso el vaso encima de la mesa, sin atreverse a mirarla y cuando se disponía a marchar escucho su voz y sintió que su estomago le dio un vuelco.
-Espera ¿Cómo os llamáis?-dijo María volviéndose.
-Ah-Ah-Ahmed señorita-respondió el joven mirando hacia el suelo.
Ahmed…que nombre tan extraño ¿De donde viene?
-Es musulmán señorita-dijo el joven atreviéndose a subir un poco mas la mirada hasta alcanzar los pies de la muchacha.
-Tranquilo Ahmed, puedes mirarme a la cara, nadie se va a enterar, yo soy María.
Ahmed la miro a los ojos y vio la misma sonrisa dulce que ella le dedico unas horas antes.
-Sabes, estar aquí solo es muy aburrido ¿Por qué no te sientas y hablamos un rato? Quiero escuchar como es tu cultura, tengo curiosidad.
-Si señorita- dijo mientras se sentaba en una de las sillas.
Estuvieron hablando durante horas hasta que llego la hora de la comida, cuando Ahmad se levanto de prisa para irse, pues no se había dado cuenta de lo tarde que era, María le freno, cogiéndole del brazo.
-Espera, quiero volver a verte, me gustaría seguir hablando contigo.
Ahmed la miro asustado
-Pero eso es imposible no podemos vernos, esta prohibido.
-¿Eso quien lo dice?
-Tu iglesia.
-Bueno pues no nos guiemos por mi iglesia, guiémonos por la tuya.
Ahmed se paro a pensar.
-Está bien, esta noche a las puertas de la Alhambra cuando la luna toque la cumbre del cielo te esperare.
-Allí estaré.-dijo María mientras Ahmed se marchaba corriendo.
El resto del día se le hizo eterno y esa noche cogió una vieja capa de viaje negra con la capucha que le tapaba la cara y por un pasadizo que llevaba a la calle se dispuso a encontrase con su nueva y única amiga.
-Pensé que no ibas a venir-dijo Ahmed apareciendo en la oscuridad.
-Me as asustado ¿Por qué pensabas eso? Soy cristiana pero cumplo mis promesas.
Ahmed la sonrió.
-Vamos aquí no estamos seguros.-la condujo hasta un callejón oscuro que muchos llamaban “el paseo de los tristes” por culpa de una antigua leyenda que nadie conocía.
-¿Por qué escoges lugares tan oscuros? Nos podrían asaltar.
-Este es el lugar mas seguro que existe siempre u cuando estés conmigo, te siéntate.-dijo mientras cogía una caja de madera para María u el se sentaba en el suelo.
Así se pasaron toda la noche hablando de miles de cosas y discutiendo sobre otras hasta la llegada del amanecer.
-Tenemos que dejarlo ya, es muy tarde, como no estemos preparados en una hora nos van a descubrir.
-¿Podremos quedar otro día?-pregunto María.
-Todos los días no, seria demasiado peligroso. ¿Qué te parece dentro de dos días en este mismo lugar?
María asintió y salieron corriendo por lados opuestos para no llamara la atención.
Cinco minutos después de entrar en su habitación, la hermana de María llamo a la puerta para despertarla, esta con cara de cansancio y terribles ojeras la abrió la puerta.
-María ¿Qué te pasa? Tienes unas ojeras terribles.
-He dormido fatal hermanita, no he pegado ojo en toda la noche.
-Pues hoy viene un caballero de la zona de Sevilla acompañado por sus dos hijos que me han dicho que son de muy buena familia y se quedaran unos días, asique déjame que te maquille y disimule esas ojeras, habrá que dar buena impresión.
Ana era muy buena maquillando y cuando María salió de la habitación parecía toda una princesa. Ese día para contentar a su madre se puso una de sus vestidos y bajo al comedor a la hora correcta, Ahmed, como el día anterior les llevó el desayuno pero esa vez no se miraron como la primera vez, habían quedado que dejarían las miradas y las sonrisas para cuando estuvieran solos, no querían que nadie sospechara de su amistad. Cuando acabaron de desayunar cogieron el carruaje y esperaron a las puertas de la ciudad al caballero Sevillano que apareció a las pocas horas con sus dos jóvenes hijos, que a María le parecieron demasiado afeminados y engreídos para ser hijos de un hombre bonachón como su padre parecía.
Les condujeron al castillo y les enseñaron sus habitaciones, las de los jóvenes estaban al lado de las habitaciones de las dos hermanas y la del padre estaba cerca del dormitorio que compartían los padres de María un piso mas abajo
Ana estaba muy ilusionada, sabia de sobra que esos jóvenes no habían venido por casualidad y que seguramente esa misma tarde sus padre concertarían su matrimonio esa misma noche, el hijo mayor José, seria su prometido y el pequeño, Juan, el de María.
María no estaba tan ilusionada como su hermana, de hecho estaba muy enfadada, no quería casarse y menos con alguien que no conocía y que parecía tan engreído y antipático, había cruzado algunas palabras con José y parecía simpático, hacia muchas bromas, sin embargo su hermano era egocéntrico, borde y engreído, le caía muy mal y odiaba la idea de tener que casarse con el.
Esa tarde su padre las pidió que fueran a dar una vuelta con ellos a caballo para enseñarles los terrenos del castillo, asique prepararon algo para comer y salieron los cuatro solos, mientras hablaban, Ana y José se iban conociendo y rápidamente se apartaron del grupo dejando a María y Juan solos, María sabia que su hermana lo estaba haciendo a propósito, irse solo con José aparte de que este le gustaba era una gran escusa para conseguir que María hablara con el otro hermano, pero esta no estaba por la labor asique le dio la espalda dispuesta a volver a castillo.
-Espera-dijo Juan- ¿Por qué no damos una vuelta?
-Estoy cansada; dijo María con tono seco y malhumorado.
-Bueno pues sentémonos cerca de los arboles.
María no podía quitárselo de encima sin que este sospechara que no quería estar con el y si se lo contaba se buscaría otro lio asique se sentó dispuesta a pasar la tarde mas aburrida de su vida.
-Mi padre quiere casarnos contigo y con tu hermana ¿Lo sabias?
-Si algo había oído –dijo intentando ser arisca.
-Entonces sabrás que dentro de poco seré tu marido.
-Eso esta por verse-le contesto desafiante.
Juan se acerco poco a poco y la cogió de la mano.
-Suéltame.-dijo María apartando la mano bruscamente.
-¿Por qué? Voy a ser tu marido tendrás que acostumbrarte a mi presencia.
-Yo jamás me casare con un prepotente como tu.
-No se te ocurra hablarme así mujer, te casaras conmigo porque no tienes otra opción, no puedes hacer otra cosa ¿me as oído?-dijo agarrándola fuerte del brazo.
-Suéltame, me haces daño.
-Mas daño te debería de hacer, a mi nadie me insulta y menos mi futura esposa.-dijo mientras levantaba la mano.
En ese momento Ahmed que estaba pendiente de la escena llego corriendo.
-No se os ocurra ponerle una mano encima.
-¿Y quien me lo va a impedir, tu? ¿Un criado moro lleno de harapos? No me hagas reír.
Ahmed salto hacia el y empezaron a pelear en el suelo mientras María intentaba separarlos.
-Ahmed por favor para le vas a matar, para ya.
Ahmed se levantó y abrazo a María.
-¿Estas bien?
-Si.
-¿Seguro?
-Si Ahmed estoy bien, llévame a casa. –dijo y los dos juntos pusieron rumbo al castillo.
Al estar volviendo a palacio Ahmed se aseguro de que María estaba bien por última vez.
-Necesito verte otra vez, esta noche.
-Yo también, pero esta noche… ¿no será algo precipitado?
-No puedo esperar ni un día mas.-dijo Ahmed.
-Esta bien, esta noche donde siempre.
Los dos tomaron caminos diferentes y aguardaron impacientes la llegada de la noche.
María se encontró con Juan en la cena, ninguno de los se miraron hasta que se levantaron al terminar la cena.
Ahmed se encontraba en el mismo lugar que la anterior vez, esperando pacientemente a María, la cual llegaba tarde.
Siguieron ablando durante otras tantas horas.
-Gracias por haberme ayudado antes con ese engreído.
Ahmed bajo la cabeza.
-No ha sido nada.-dijo el chico.
Ya levantada María quiso dar un abrazo a Ahmed, que reacciono algo tarde y casi le pillo de improviso.
-INFIEL-grito alguien entre la sombras.
Los dos miraron al lugar del grito.
Juan se encontraba agazapado en la oscuridad de la noche mirando horrorizado la escena.
-Eres una infiel, arderas por eso.
Ahmed hizo un amago de defenderla.
-Y tú morirás igualmente.
Dicho eso, salió corriendo sin tiempo para reaccionar.
Los dos enamorados se quedaron en el silencio de la noche y decidieron volver antes de que viniera alguien por los gritos lanzados de Juan.
El padre de María estallo en cólera cuando Juan le conto lo ocurrido y haciendo llamar a su hija hizo mandar también a los guardias para buscar a Ahmed.
Intento defender a su hija pero Juan había alertado también a los guardias de la traición de María y también fueron a buscarla a ella
Los guardias localizaron a Ahmed de inmediato y le llevaron frente a le inquisición, la cual después de un juicio inexistente, lo ejecuto.
El padre Intento defender a su hija pero Juan había alertado también a los guardias de la traición de María y también fueron a buscarla a ella
María llorando desconsolada por la muerde de Ahmed ni siquiera se defendió de sus acusaciones las cuales ofrecía Juan, los jueces la acusaron por brujería a morir en la hoguera, cumpliendo lo que ellos llamaban la “justicia divina”. Este acto pone fin al amor entre dos personas que soñaban con estar juntas aunque su sociedad las tachaba de diferentes, todos deberíamos aceptar el amor y da igual de quien se enamore cada uno con tal de que ese amor sea real.
Fdo.: Ana Calatrava/ En honor a mi hermana, la única valiente por luchar por su amor y sus ideales, aunque te acusen de bruja, siempre serás un ángel que lucho por lo que creía, te quiero hermanita descansa en paz.