miércoles, 20 de octubre de 2010

la leyenda de las animas

Cuentan antiguas leyendas, que las personas de buen corazón al abandonar la vida, su alma sube hacia el firmamento y, si por alguna casual tienen asuntos pendientes que cumplir, como alguien a quien proteger o algún mensaje que dar, se instalan en la bóveda celeste en forma de lo que vulgarmente denominamos “estrella”. Cuando la reina de la noche, a la que los hombres llamamos “luna” muestra toda su belleza y luminosidad, una vez cada mes, todas las almas que ya han cumplido su cometido, se convierten en estrellas fugaces, que traspasan su blanco y mágico rostro, dejando su lugar a otras almas, mientras ellas van en busca del “mas allá”, un mundo del que todos hemos oído hablar alguna vez y eternamente desconocido para las personas malvadas, que por el contrario, cuando mueren, su alma se convierte en una piedra, que pasa a formar parte de la tierra. Y a la que el señor del infierno condena a sufrir en su dura, áspera y desnuda piel su ardiente y cegadora luz, así como la lluvia, el viento, el frío… También se dice, que cuando algún alma se confunde de camino, cosa que rara vez ocurre, la luna y el sol se juntan en un llamado eclipse para que el alma errante pase al mundo que merece , cuando el eclipse es de luna, significa que un alma malvada a tomado el camino del firmamento y, por tanto, el sol tiene que ir a buscarla para llevarla de vuelta a su infierno, cuando por el contrario el eclipse es de sol, nos quiere decir que el alma perdida era de buen corazón, y la reina de la noche va a buscarla para guiarla al paraíso, a su mundo, al “mas allá”. Del mismo modo, cuando algún alma se resiste a abandonar la tierra, dos noches distintas al año, el señor del infierno manda a sus emisarios, la santa compaña, y la reina de la noche mandan a las mágicas criaturas del bosque, en las noches de difuntos y san Juan respectivamente para recogerlas. Así se crea una balanza entre los dos mundos, el de las almas y los mortales, y así se pone en funcionamiento la maquinaria de la vida.
Quizás ahora amigo mío, al igual que otros muchos como yo, te quedes mirando embobado al cielo por la noche, y sientas que algún ángel te protege, escucha y vigila desde las alturas, quizás no tan lejos como parece. y cada vez que tires una piedra con ira o desesperación, pienses que ha hecho el alma a la que pertenecía, para sufrir tal tormento, y puedas según los actos que elijas decidir adonde ir, a quien proteger, que mensaje enviar o en el peor de los casos que castigo sufrir
FIN